martes, 21 de julio de 2009

Al final los probé, los saboree y los hice mios.



Desde el primer instante en que los vi, de una forma sutil se metieron en mi cabeza.
A partir de ese día, cada mañana al despertar el primer recuerdo que acudía a mi mente eran ellos.

Ellos se grabaron en mi cabeza, de tal forma que empezaron a ser una obsesión, y es que tenia la necesidad de verlos, de tocarlos y sobre todo necesitaba probarlos. Mi deseo crecía y crecía, pero yo no me atrevía.
Pasaban los días y las semanas, pero yo me conformaba con sentirlos junto a mí...

...pero sin probarlos.

Ver como enmarcaban sus sonrisas, acallaban mi deseo de probarlos. Y así de esta manera retenía mi obsesión en lo más hondo de mi cabeza.

Pero un día me decidí, decidí dar el paso. Me convencí, que si ese día no ocurría no ocurriría nunca.
Y cuando al fin se lo dije, su respuesta fue la segunda opción, esa que tras una pregunta de este tipo nadie quiere. “NO”.
Me quede a cuadros, pero tan solo un segundo, y es que cuando a una persona alegre se la gasta bromas acabas recibiéndos bromas en tu propia carne.


Fijaos, empezamos con risas, con bromas y a día de hoy seguimos riendo y bromeando.

Pero lo más importante es que al final los probé, los saboree y los hice míos.


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