Me das tus buenos días con una sonrisa
y un apasionado beso. Al rato de tomar
un silencioso desayuno, contemplas
como te contemplo.
Nos sonreímos, juntamos nuestras
manos, y poco a poco la llama crece.
Te arrodillas delante de mi silla y, con
una mirada y un gesto de tu boca, me
invitas a entregarme a saciar tu hambre.
Yo no me resisto y hago todo lo que me
pides. Empiezas tu particular banquete.
Me lames, me chupas, me saboreas, me
exprimes... una vez y otra, no paras, pero
cambias tu estrategia.
Primero suave y despacio, luego más
rápido. Después solo con la lengua.
Continuas con tus labios, sigues
llenando tu boca... y vuelves a empezar.
No tienes fin, hasta que obtienes lo que buscas.
Te llevas mi esencia y con ella en tu poder,
a modo de postre, das por finalizado tu
banquete particular.