jueves, 26 de mayo de 2011

El show de Truman.

Recuerdo aquella película en que el protagonista vivía una vida de mentiras, una farsa en pro de la audiencia. Me hizo preguntarme si realmente mi vida era real o no (sé que es real), pero me ponía a pensar si todo lo que rodeaba era puro atrezzo.

Cuando crees en algo, por que te lo han contado, por que lo crees, por lo que sea, y te dicen que eso no es así y quien te lo dice lo hace desde su más profunda franqueza. Tú sabes que estabas equivocado pero tu cabeza no se lo cree. Ahí, en ese momento empieza una lucha interna dentro de tu cabeza, una lucha en la que dos bandos pelean a muerte por hacerse con el control total de la idea o del pensamiento.

Los buenos (la verdad) y los malos (la posible mentira inventada), ¿Quién ganará? Como en cualquier guerra nunca se sabe de antemano quien ganará. Solo la resistencia y la fuerza deciden quien quedará en pie. También la ayuda de un tercer contrincante puede decidir de forma rápida quien vencerá. Este nuevo invitado a la guerra decidirá junto a quien quiere combatir y contra quien quiere liberar su fuerza destructora.

En esta guerra luchan pensamientos, conclusiones, hipótesis, en definitiva nada tangible. Seguramente dependiendo del día tendrá más ventaja un bando o el otro. Cuando se tiene un mal día la ventaja es para los malos y cuando se tiene un buen día es a la inversa. Todos son pensamientos que luchan unos contra otros, generalmente este tipo de guerras se compone de combates.

Los combates duran un tiempo indeterminado, unos más y otros menos. En cada combate se sigue un procedimiento, los buenos lanzan un pensamiento y los malos se defienden con otro. Después los malos contraatacan y lanzan un pensamiento y los buenos se defienden. Así sucesivamente hasta que uno de los dos se queda sin armas (ideas, argumentos y pensamientos). Cuando uno de los dos (los buenos o los malos) pierde un combate, la guerra se detiene pero no acaba. Tarde o temprano se iniciará otro combate y volverá a repetirse el proceso.

Por eso estas guerras siempre duran mucho tiempo. Bueno siempre no, en ocasiones se terminan de una forma rápida y definitiva. ¿Cómo? Pues entrando un tercer combatiente en el campo de batalla.

Este tercer contrincante del que ya he hablado antes, es el que decide junto a quien quiere combatir. Dependiendo del bando que elija , buenos o malos, sus armas serán de un tipo u otro. Generalmente este nuevo implicado tiene unas armas más sofisticadas y avanzadas, las cuales deja perplejo al enemigo e incluso a su aliado. Estos dos los principales combatientes se dan cuenta de la tontería de guerra que están haciendo, arrojándose simples pensamientos los unos a los otros. Y es que las nuevas armas que han entrado en el campo de batalla no tienen capacidad de replica con ideas o con pensamientos. Cuando este momento llega trae de la mano el final de la lucha, conclusión de un dilema y la tranquilidad. Con lo cual puedes volver a dormir tranquilamente sin esperar a una tregua entre trincheras.

En otras ocasiones te das cuenta de lo tonto que es perder el tiempo dando vueltas a según que cosas. Cosas que pueden ser importantes para ti mismo y nadie más. Otra persona con la que compartas tu dilema, te puede hacer ver tu equivocación y la perdida de tiempo que es tu dolor de cabeza. Cuando esto ocurre generalmente gana el bando de los buenos, aquellos que dicen la verdad y se acaba el tema. Pero a veces tú mismo puedes identificar a esa persona externa a tú cabeza como el tercer contrincante de la guerra. Puedes creer que esa persona ha sido invitada a formar parte del campo de batalla y te asalta otra duda que puede dar comienzo a una nueva guerra en tu cabeza.

Esa nueva guerra tratará de definir a favor de que bando lucha el nuevo contrincante y una vez resuelto ese dilema podrá continuar la guerra inicial…

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